Habitantes de calle

Hoy, se estima que representan 9.538 personas, cifra muy similar a la del censo del 2011. Después de la intervención en el Bronx se visibilizó esta problemática que muchos habían subestimado y que en algunas zonas de la ciudad ha generado tensiones sociales por su presencia.

Omar Oróstegui Restrepo 

Director Bogotá Cómo Vamos

director@bogotacomovamos.org

Desde 1997 a la fecha la ciudad ha realizado 7 censos para caracterizar a la población habitante de calle. Hoy, se estima que representan 9.538 personas, cifra muy similar a la del censo del 2011.

Por cada 8 hombres que viven en la calle hay una mujer. Más de la mitad son bogotanos, con una edad promedio de 38 años. La gran mayoría sabe leer y escribir. Un 70% lleva más de 6 años en esta condición, viviendo, principalmente, del reciclaje y de la mendicidad.

Si, en los últimos años, los números no han cambiado y las razones tampoco es un indicativo de que las estrategias actuales no han tenido el impacto deseado. No es por falta de leyes o jurisprudencia, pues ya existen. Es porque tal vez no hemos dimensionado el problema adecuadamente. Para empezar, este fenómeno no es nuevo en la ciudad, solo que después de la intervención en el Bronx se visibilizó una problemática que muchos habían subestimado y que en algunas zonas de la ciudad ha generado tensiones sociales por su presencia.

Las estrategias, por lo regular, han estado dirigidas a lo asistencial (alojamiento, alimento, apoyo sicosocial), combinado con terapias de reducción del daño, para disminuir su consumo de drogas que, junto con los conflictos familiares, son las principales razones para estar en la calle.

Estas iniciativas son limitadas, pues su éxito depende de que el habitante de calle, voluntariamente, decida participar; la ley es clara en que no se le puede obligar. Además, detrás de ellos, también hay mafias que los aprovechan para distribuir drogas y cometer otras actividades ilícitas. A su vez, han sido víctimas de golpes, amenazas y lesiones por parte de otros grupos; para estos el problema no es solo su presencia, sino los impactos en el entorno en términos de seguridad y ocupación del espacio público.

El problema es complejo, tiene elementos de salud pública, de consumo de drogas,  de marginalización y estigmatización. No podemos seguir dándole la espalda. Se requiere, con urgencia, revisar en qué estamos fallando.

* Columna de opinión del director publicada en el Diario ADN