Gran debate ha causado la nueva APP de la Alcaldía Mayor para que los bogotanos se registren y permitan que se haga un rastreo de sus movimientos, bajo la premisa que gracias al uso de la tecnología se puede predecir, prevenir y evaluar mejor un brote de contagio por covid-19.
La experiencia en otras ciudades muestra que los resultados son relativos y que su uso no es ajeno a debates sobre la privacidad, las libertades civiles y la protección de datos, que mal administrados pueden abrir una caja de pandora hacia cuestiones como la vigilancia digital o la discriminación por un sesgo en el algoritmo que soporta las decisiones de gobierno.
Estas aplicaciones son una de varias innovaciones tecnológicas que han elaborado los gobiernos para responder mejor al covid-19. Desde el uso de cámaras de vigilancia e inteligencia artificial para verificar las temperaturas de las personas en el espacio público, hasta el uso de drones, y aplicaciones de autodiagnóstico que conectan con el personal médico y plataformas web con registros de lugares de mayor contagio y los viajes frecuentes de pacientes diagnosticados. Incluso varias empresas de tecnología como Google y Apple están desarrollando aplicaciones a partir del Bluetooth del celular para recopilar información sobre la proximidad de una persona con eventos o personas que han sido contagiados.
Lo cierto es que las aplicaciones telefónicas de rastreo han tomado fuerza, pues en países como Corea del Sur, India o China los resultados han permito respuestas más eficientes para modelar la propagación del virus. Sin embargo, también han traído problemas al exponer información privada que termina afectando la vida de las personas, la reputación de un restaurante o local comercial al ser señalados como foco de contagio.
El gobierno chino ha desarrollado códigos de color para clasificar a las personas según el nivel de riesgo y exposición según sus movimientos en la ciudad; hecho que ha sido criticado por generar discriminación.
A los debates asociados a la privacidad, también se suman las limitaciones técnicas para que las aplicaciones sean eficientes. Diferentes investigaciones han señalado que esto depende de que el 60 % de personas decidan descargar y compartir su información de tal manera que el algoritmo tenga suficientes datos para reducir su margen de error.
Eso sí, asumiendo que las personas no mienten, confían en el sistema y que toda la información reportada es verídica. A fin de cuentas se necesita saber dónde pudieron contraer el virus y con cuáles personas tuvieron contacto.
Además, se requiere que la vigilancia epidemiológica también permita realizar pruebas rápidas a esos contactos para ponerlos inmediatamente en cuarentena domiciliaria. De lo contrario, la ventaja tecnológica no tendría el efecto deseado.
Para los gobiernos significa un reto en términos de regulación y recursos para financiar estas iniciativas. Además desde la sociedad civil resulta fundamental el control social a estas herramientas tecnológicas, como las auditorías a los algoritmos, los software y los esquemas de protección de datos. Pues aunque las tecnologías ayudan a enfrentar esta pandemia también tienen impactos sociales no deseados y más cuando hay un amplio interés tanto público como privado por desarrollar modelos de negocio basados en inteligencia artificial, big data y mapeo de datos.
Por: Omar Oróstegui Restrepo, director de Bogotá Cómo Vamos
director@bogotacomovamos.org
Columna de Opinión, publicada en El Tiempo 2 de junio de 2020.