Hoy enfrentamos el segundo pico de la pandemia, como el primero: confinamientos estrictos, toques de queda, cuarentenas generalizadas que inmovilizan a la población y cierran la mayor parte de la actividad.
¿Por qué sigue siendo la única alternativa? Cuesta creer que la razón es porque es “la mejor medida” cuando los confinamientos generan desempleo, hambre, aumento de pobreza, problemas de salud mental, niños y niñas sin ir al colegio, cierre y desuso de espacios públicos, actividades recreativas, culturales y de deporte casi desaparecidas, mas violencia intrafamiliar, pesimismo generalizado combinado con pánico colectivo.
Probablemente no es la mejor medida sino la medida que se ajusta a la forma de gobernar de gran parte de las naciones; con un paternalismo donde el Estado debe ser decisor, benefactor y responsable de la vida porque cuando le cede responsabilidad este grupo falla. La ciudadanía es un sujeto pasivo al cual le imponen medidas debido a que hay poca confianza. Sin embargo, este ciclo termina en un círculo vicioso, donde tenemos un Estado que impone medidas y la ciudadanía no termina de confiar en el Estado debido a que no participa y en varias ocasiones no se siente representada.
Otra lección con una mezcla de utopía que nos deja el Covid-19, es que una relación Estado-Ciudadanía participativa, corresponsable y de confianza permitiría no solo enfrentar crisis como estas sino desarrollar un modelo de bienestar diferente con una “gobernanza ampliada” que involucra de forma real a todos los actores.
Por: Felipe Bogotá, director de Bogotá Cómo Vamos.
Columna publicada en Diario ADN, 21 de enero de 2021.