Omar Oróstegui Restrepo *
Director Bogotá Cómo Vamos
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Días atrás se conmemoró el Día Mundial de la Juventud y al mirar su bienestar, a través de las cifras, aparece un panorama que dista mucho de las disposiciones y compromisos trazados en la política pública de juventud.
Según los datos que revela el más reciente Informe de Calidad de Vida, de Bogotá Cómo Vamos, los jóvenes concentran hoy el 43% de los homicidios, el 35% de los suicidios y el 30% de los accidentes de tránsito que ocurren en la ciudad. Se trata de una generación que está muriendo a edad temprana, lo que a futuro tendrá un impacto negativo en la dinámica social, demográfica y productiva de la capital e incluso del país.
En materia de oportunidades educativas, los números tampoco son favorables: la mitad de los estudiantes que se gradúa como bachilleres no logra ingresar al año siguiente a la educación superior, población que comienza, entonces, a alimentar ese grupo de jóvenes que ni estudia ni trabaja.
Así mismo, la tasa de deserción en la educación superior sigue siendo muy alta y muy similar a la del promedio nacional: según cifras del Ministerio de Educación, en 2015, esta llegó al 35% en la formación técnica profesional, al 19% en la formación tecnológica y al 10% en la universitaria.
Otro hecho que preocupa es la tasa de desempleo juvenil: en 2016 se situó en 15,1%, cifra superior en 5,8 puntos porcentuales al nivel de desempleo en la ciudad (9,3%). Quienes más tardan en encontrar trabajo son aquellos que cuentan con estudios universitarios (31 semanas frente a las 20 que, en promedio, se demora una persona desempleada), seguidos por quienes tienen un diploma técnico (27 semanas) o solo la secundaria (22 semanas).
De otro lado, aunque en el último año hubo una disminución del 14% en el número de nacimientos en mujeres de 15 a 19 años, las cifras siguen siendo altas: 13.676 en 2016. Los embarazos tempranos reducen las oportunidades de desarrollo educativo y profesional de las mujeres, reproduciendo la pobreza en su entorno y alimentando la inequidad de género.
Es hora, entonces, de que la administración materialice las necesidades de los jóvenes en políticas públicas que los ayuden a capitalizar sus sueños y a desarrollar sus proyectos de vida. En este punto, el Fondo para la Juventud Urbana de ONU-Hábitat se ha referido a la importancia de garantizar que las perspectivas de la juventud se integren a las políticas de desarrollo local.
Debemos dejar de pensar en ellos como el futuro, pues sería desconocer que son la realidad de un presente de una ciudad que cambia de forma constante.
* Columna de opinión del director publicada en el diario ADN